La esencia de la vivienda a través del tiempo
La historia de las viviendas ha sido y será muy larga, pero hemos intentado comprender que ha pasado hasta nuestros días y cómo ha evolucionado la vivienda y el hábitat del ser humano.
Las peculiaridades específicas de una casa dependen del tiempo, del terreno, de los materiales libres, de las técnicas edificantes y de abundantes factores simbólicos como la clase social o bien los recursos económicos de sus dueños. Hasta hace poco tiempo, en las zonas rurales, las personas han compartido su casa con los animales familiares. El día de hoy las residencias asimismo pueden contar con de diferentes zonas no habitables, como talleres, garaje o bien habitaciones de convidados, además de los distintos servicios que se precisan en la vida diaria.
Las casas se pueden edificar por encima o bien bajo el nivel de suelo, si bien la mayor parte de las residencias modernas están emplazadas en un nivel superior al del terreno, a veces sobre sótanos semienterrados, singularmente en los tiempos fríos. Los materiales más usados son la propia tierra, madera, ladrillos, piedra, y cada vez en mayor medida hierro y hormigón, sobre todo en las áreas urbanas. La mayor parte de las veces se combinan entre sí, si bien la elección depende del proyecto arquitectónico, de los gustos del cliente del servicio y, sobre todo, del coste del material o bien de la sencillez de su puesta en obra.
Arquitectura de materiales autóctonos
Una de las peculiaridades primordiales de la arquitectura vernácula es el uso de materiales autóctonos. Entre ellos, el más difundido en las zonas tibias y cálidas ha sido la tierra, que se puede emplear cruda para fabricar adobes y tapiales, o bien cocida en forma de ladrillos. El adobe se compone de barro y paja, aglutinados por bloques edificantes que se secan al sol.
El tapial, más conveniente para las tierras areniscas, se trabaja apisonando el material entre 2 tablas hasta edificar un muro. Otro de los materiales de la construcción vernácula y muy usado es la cal, aglutinante para la composición de morteros y uno de los recubrimientos impermeables más empleados por el hombre.
La evolución de las viviendas proporciona una segunda característica de las residencias tradicionales es su perfecta adecuación al medio físico donde se enclavan. De esta manera, en las zonas donde el calor del verano se hace inaguantable, las habitaciones se disponen en torno a un patio, flanqueado por soportales que dejan que el aire limpio circule por todas y cada una de las estancias. En las zonas frías, en cambio, las casas se concentran en gruesos muros para preservar el calor del sol.
En las sociedades tribales la residencia acostumbra a constar de un solo espacio, donde se desarrollan todas y cada una de las actividades. De forma frecuente se edifica adosada a otra edificación vecina, y acostumbra a estar alejada del sitio de asamblea de la tribu o bien del espacio sagrado. La manera de estas cabañas se repite durante todo el poblado, produciendo a veces composiciones fabulosas, en Sudán, las del pueblo Dogon o bien las de los pastores de Zambia.
La mayor parte de las chozas se edifican desde formas geométricas fáciles, como por servirnos de un ejemplo una planta circular coronada por una cubierta cónica. Los materiales de construcción son siempre y en toda circunstancia, los autóctonos. Si se dispone de barro, se emplea para rellenar los huecos entre la urdimbre de ramas, o bien se fabrican adobes o bien ladrillos. Asimismo se pueden emplear tallos secos, como en las zonas pantanosas del sur de Irak.
El viejo Egipto y el Oriente Próximo
Los habitantes del viejo Egipto vivían en casas bajas construidas con adobes sobre planta cuadrangular (Hoy en día los ladrillos de arcilla han evolucionado al ejemplo aquí). Las excavaciones efectuadas muestran que las casas de los esclavos acostumbraban a tener entre 2 y 4 habitaciones y se arracimaban sobre una retícula ortogonal, con callejones estrechos que discurrían entre las largas filas que componían el distrito, al paso que las residencias de los capataces estaban considerablemente más desahogadas.
En el Oriente Próximo las residencias se amoldaban a las posibilidades constructivas, donde había barro eran comunes las casas de una sola estancia en forma de colmena; donde no se hallaba madera, sino más bien solo piedra. Hasta las cubiertas se edificaban a través de bandas de este material. Por norma general, estas tradiciones han subsistido hasta nuestros días y pocos cambios ha sufrido la evolución de las viviendas desde la prehistoria hasta la actualidad en sus técnicas constructivas manteniéndose en muchos casos aspectos bioclimáticos necesarios ante la vivienda eficiente.
En Pompeya se han preservado muchas domus, residencia urbana o bien suburbana unifamiliar que ha llegado hasta nosotros como la más representativa de la cultura tradicional.
Estas residencias acostumbran a estar ubicadas al lado de la calle que les sirve de acceso. Tras atravesar el vestíbulo se llega a un espacio semicubierto llamado atrio, mezcla de sala de estar y patio, en cuyo centro se halla el impluvium o bien pequeño estanque para recoger el agua de las lluvias.
Desde el atrio se accede a todas y cada una de las estancias de la casa y, por la una parte del fondo, a un jardín conocido como hortus o bien peristilo que está rodeado de galerías de columnas. En la actualidad muchos villas siguen manteniendo los rasgos iniciales sin que se presenten diferencias en la evolución de las casas y su distribución.
Las insulae eran los equivalentes a los bloques de pisos, residencias plurifamiliares habitadas por las clases más humildes. La altura de estos edificios fluctuaba entre 3 y 5 pisos y acostumbraban a contestar a complejos programas funcionales. Las villas se pueden comprender como casas solariegas de las familias más poderosas, y a veces se transformaron en genuinos complejos residenciales que ocupaban múltiples hectáreas entre jardines, pabellones y viviendas. Véase Arte y arquitectura de la ciudad de Roma.
La vivienda en la edad media
Todas y cada una estas tipologías residenciales desaparecieron en Europa a lo largo de la alta edad media, coincidiendo con la crisis demográfica del continente. Si bien bastante gente vivía bajo la protección de los feudos y los enormes castillos, otros muchos se hacinaban en pequeños habitáculos ubicados en las murallas de las pequeñas y no tan pequeñas urbes, debido principalmente a que el campo era inseguro.
Estas residencias acostumbran a estar ubicadas al lado de la calle que les sirve de acceso. Tras atravesar el vestíbulo se llega a un espacio semicubierto llamado atrio, mezcla de sala de estar y patio, en cuyo centro se halla el impluvium o bien pequeño estanque para recoger el agua de las lluvias.
Desde el atrio se accede a todas y cada una de las estancias de la casa y, por la una parte del fondo, a un jardín conocido como hortus o bien peristilo que está rodeado de galerías de columnas. En la actualidad muchos villas siguen manteniendo los rasgos iniciales sin que se presenten diferencias en la evolución de las casas y su distribución.
Las insulae eran los equivalentes a los bloques de pisos, residencias plurifamiliares habitadas por las clases más humildes. La altura de estos edificios fluctuaba entre 3 y 5 pisos y acostumbraban a contestar a complejos programas funcionales. Las villas se pueden comprender como casas solariegas de las familias más poderosas, y a veces se transformaron en genuinos complejos residenciales que ocupaban múltiples hectáreas entre jardines, pabellones y viviendas. Véase Arte y arquitectura de la ciudad de Roma.
La vivienda en la edad media
Todas y cada una estas tipologías residenciales desaparecieron en Europa a lo largo de la alta edad media, coincidiendo con la crisis demográfica del continente. Si bien bastante gente vivía bajo la protección de los feudos y los enormes castillos, otros muchos se hacinaban en pequeños habitáculos ubicados en las murallas de las pequeñas y no tan pequeñas urbes, debido principalmente a que el campo era inseguro.Las prósperas granjas de la antigüedad desaparecieron, hasta el momento en que poquito a poco las condiciones mejoraron a la sombra de los monasterios y de los núcleos urbanos en expansión. Apareció entonces una próspera clase mercantil que empezó a construirse grandes casas señoriales en las urbes y feudos rurales. Cara el final del medievo las casas señoriales evolucionaron hasta transformarse en palacios.
Estas nuevas construcciones consistían en complejas residencias para la nobleza eclesiástica y mercantil, o bien para las familias gobernantes, que ocupaban un edificio entero y contenían estancias rituales, aposentos para los señores y habitaciones para un elevado número de sirvientes y cortesanos de todo género.
Vivir en la arquitectura del renacimiento Siglo XIX
La historia de la vivienda es complicada y si miramos el palacio, aún más, fue una de las tipologías residenciales que más evolucionó a lo largo del renacimiento, transformándose en un factor urbano de gran escala, que se ha repetido después en numerosas ocasiones. El primer palacio renacentista se edificó en Florencia y desde allá se extendió cara el resto de Europa como el ejemplo de la imagen de Londres.En Francia se mezcló con el castillo medieval para producir el château, una vivienda rural que se transformó en el centro de la vida aristocrática desde el siglo XVI. Mientras tanto, se hicieron intentos para convertir las tipologías tradicionales de residencias urbanas por edificios aproximadamente con unas características uniformes, que podían estar inspirados en los modelos de la antigüedad tradicional. Objetivo, conseguir una nueva urbe barroca, caracterizada por la amplitud de sus perspectivas y por la homogeneidad de sus testeras.
La vivienda en el siglo XIX
La Revolución Industrial produjo una enorme explosión demográfica, propiciada por la aparición de una nueva clase social, el proletariado, que vivía hacinada, en condiciones miserables, al lado de los grandes núcleos industriales. El inconveniente del desarrollo urbano desmedido, asociado al creciente interés de las clases medias por tener una residencia en propiedad, dio sitio a muy diferentes soluciones, desde los ensanches de los viejos centros medievales hasta las soluciones suburbiales en forma de urbe-jardín.
A fines del siglo XIX la residencia se hallaba entre las preocupaciones más esenciales de los arquitectos, y apareció una nueva ciencia que se encargaba del planeamiento urbanístico, alertada por la expansión desmandada de los núcleos urbanos .Gracias a los nuevos géneros de transportes, las urbes medraron en 2 direcciones:
- A lo ancho, merced a los transportes horizontales (Ferrocarril, tranvía y automóvil), mediante suburbios distanciados del centro urbano donde el terreno era más asequible y se podía vivir en contacto con la naturaleza;
- A lo alto, desde la invención del elevador en E.U., en bloques de pisos poco a poco más altos que favorecieron la especulación sobre el coste del suelo.
El siglo de la revolución arquitectónica XX
La arquitectura a través de los tiempos a evolucionado en constante movimiento con un especial apogeo de la residencia en propiedad pequeño-burguesa (Principios Siglo XX) trajo consigo la pervivencia de los estilos historicistas en la construcción residencial. Hasta determinado punto, podría decirse que las tipologías modernas todavía no han sido admitidas, sobre todo en las obras unifamiliares. Ya cara finales del pasado siglo una serie de arquitectos estaban proyectando residencias conforme los principios y materiales que imponía su temporada.
Entre ellos resalta la tarea de la arquitectura de Antoni Gaudí en Cataluña (España) donde el movimiento del modernismo reconvirtio la ciudad en un estandarte de innovación y cultura.